Y la segunda parte es que su autor(Javier
San Román Saldaña. Jefe del Área de Calidad de las Aguas de la
Confederación Hidrográfica del Ebro.) es bastante cercano a nosotros y serÍa para plantearnos trabajar con estas propuestas del artÍculo en un tramo como es el recién recuperado caudal ambiental en el Cinca ,(más o menos lo que decÍa el otro día en una entrada.)
El enlace es el siguiente
La entrada dice lo siguiente:
La
Directiva Marco del Agua (DMA) –que ya tiene 15 años de vida-, nos
está haciendo cambiar
la mirada hacia los ríos.
Conceptos como indicadores biológicos, estado ecológico o
hidromorfología, centran la planificación y
la gestión de las masas de agua, y empiezan a ser habituales en
nuestras confederaciones hidrográficas.
El
primer objetivo de la DMA es prevenir todo deterioro
adicional y proteger y mejorar el estado de los ecosistemas
acuáticos. Si acudimos a su artículo 2 veremos 41 definiciones,
y entre ellas la nº 21, estado ecológico: “expresión de la
calidad de la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas
acuáticos asociados a las aguas superficiales”.
Esta
definición se concreta más en el anexo V, donde ya se nos habla de
indicadores biológicos, hidromorfológicos y físico-químicos, y
entre los primeros se establecen el fitoplancton, los macrófitos y
organismos fitobentónicos, la fauna bentónica de invertebrados y la
fauna ictiológica.
A
nivel europeo hay un cierto consenso en utilizar las especies
bentónicas, es decir, las que viven en el lecho o
sustrato del río. Los especialistas suelen recolectarlas
siguiendo estrictos protocolos, y tras su clasificación, pueden dar
una nota al estado ecológico de esa masa de agua. Los
macroinvertebrados (básicamente los
insectos y pequeños animales que viven en el lecho del río) y las
diatomeas (algas microscópicas
que tapizan las piedras) son las más utilizadas, quedando en un
segundo término los macrófitos
(plantas acuáticas).
En
la utilización del fitoplancton
(algas microscópicas que viven en el agua, como en
“suspensión”) se está avanzando, lo mismo que en el uso
de la fauna ictiológica (peces).
Y
es aquí donde entroncamos con el título del artículo. Utilizar los
peces como indicador biológico quiere decir que vamos a valorar su
composición y abundancia, fijándonos especialmente en las especies
más sensibles y en las estructuras de edad que presentan (anexo V de
la DMA).
Determinar
todo esto es complejo, y requiere de técnicas de campo sofisticadas,
pero lo estamos empezando a hacer, conforme a nivel europeo se
está también empezando a disponer de indicadores consolidados.
Digamos que si no se ha hecho antes ha sido porque no había consenso
en el modo de evaluar, y lo que para unos era un suspenso (estado
moderado, deficiente o malo), para otros era un aprobado-bien (estado
bueno) o un notable-sobresaliente (estado muy bueno). Las especies
introducidas artificialmente también han generado controversia.
Al
utilizar los peces como indicador entramos en un mundo algo diferente
al de los otros indicadores biológicos ya
que los peces, especialmente algunas especies, son migradoras
y necesitan lugares muy concretos
para la freza
y el mantenimiento de las poblaciones. Su comportamiento
viene condicionado por los cambios
de caudal
y temperatura
que experimenta el río, de tal forma que, por ejemplo los
ciprínidos, cuando sube la temperatura por encima de cierto valor a
partir del mes de abril, entienden que ya es primavera y empiezan a
remontar el río para encontrar un lugar adecuado para su
reproducción. En esa situación, un desembalse de agua fría, de
fondo, puede alterar su comportamiento.
A
estas especies les afecta especialmente los obstáculos transversales
que impiden su movilidad (presas, azudes, vados, alguna estación de
aforos, etc.). Se lleva años estudiando este problema e intentando
paliarlo mediante la construcción de pasos de peces, si bien no hay
que descartar que, cuando ya no tienen ninguna utilidad, lo mejor es
su eliminación, aunque sea parcialmente.
Para
diseñar el paso de peces
es muy importante conocer las especies presentes (los salmónidos,
por ejemplo, tienen más capacidad de salto que los ciprínidos) y el
régimen hidrológico. Si la migración se produce con caudales no
muy elevados habrá que optar por escalas de peces de artesas
sucesivas, mientras que si coincide con altos caudales lo
mejor son las rampas de piedra o cauces
artificiales.
También
es muy importante la ubicación
de los pasos de peces dentro de la estructura, siendo el mejor
lugar donde hay efecto embudo, y reservando un
caudal suficiente para que se genere un efecto llamada. Las
esclusas y ascensores para
peces, mucho más sencillos de lo que uno pueda imaginarse, también
funcionan en obstáculos de más envergadura.
Queda
mucho por hacer en esta materia y no nos podemos descuidar.
Recordemos que el estado que se asigna a una masa de agua es
siempre el peor obtenido por algún indicador, por lo que podría
darse el caso de que, cuando se consoliden los indicadores de
estado que utilizan peces, los otros indicadores nos estén dando
valores buenos o muy buenos y con éstos no lleguemos al “aprobado”.